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Mick Jagger, estrella del porno



Los directores de cine Donald Cammell y Nicolas Roeg estaban cenando conmigo cuando me hablaron del proyecto que tenían entre manos. El escocés Cammell era además el autor de un guión que según ellos iba a romper las barreras entre el cine comercial clásico y el erótico con tintes surrealistas. En el caso de Roeg se trataba del debú de un joven londinense de 23 años dispuesto a codirigir su primer filme e iniciar una brillante carrera tras años en diferentes trabajos secundarios para los grandes estudios.
Mientras degustábamos un buen cordero asado regado con vino italiano me explicó el argumento. Chas (interpretado por James Fox), era un violento y psicótico gángster del Este de Londres que necesita un sitio en el que esconderse después de un trabajo que sale mal. Encuentra el escondrijo aparentemente ideal en la misteriosa casa de una estrella del rock, Mr. Turner, cuya carrera se encuentra en un punto muerto a la espera de reavivar lo que en otra época fue talento e inspiración.
Tenían problemas para realizar el casting. Necesitaban dos actores con el carisma suficiente para no acabar haciendo un bodrio de película de serie B. Era necesario que el público no se quedara sólo con el recuerdo de las escenas de sadomasoquismo y sexo homosexual. Y si eso es verdadero problema hoy en día, imaginaos en una sociedad mucho más conservadora como la de 1969.
Pero la cena no había sido inocente. Fui invitado por mi condición de periodista y crítico de cine, pero sobretodo por mis amplis contactos en el mundo del artisteo. Después de pensar un poco y hacerme una idea de lo que andaban buscando les propuse que le hicieran una oferta a Anita Pallenberg para el papel principal. Una belleza italiana de 25 años era la elección ideal. Ya había participado en la adaptación de un cómic francés convertido en filme de ciencia ficción erotizado como era ‘Barbarella’ con Jane Fonda como la exuberante protagonista. Y yo la conocía desde su noviazgo con Brian Jones, que había acabado hace dos años al empezar a salir con otro Rolling Stone, Keith Richards. Una vez les convencí de mi propuesta el siguiente papel parecía ya destinado para Mick Jagger. ¿Quién mejor para interpretar a una estrella que alguien que no tiene ni que actuar por que ya lo es?
Durante el rodaje acudí a una sesión en la que Jagger y Anita actuaban juntos. El artista bisexual, Mr. Turner-Jagger, leía ‘El Sur’, un cuento de José Luis Borges mientras su criado preparaba una comida a base de setas alucinógenas. Pherber-Anita, intervenía después en una escena erótico-romántica en la que empezaba comiéndole la boca a Jagger. La escena no se detuvo allí y todos los presentes empezamos a notar un calor interior difícil de aguantar. Jagger aún lo pasó peor (o mejor) y acabaron desnudos fingiendo (?) un orgasmo.
‘Performance’ se estrenó el 4 de septiembre de 1970 y aunque no tuvo malas críticas (incluso fue nominada a los premios Bafta al Mejor Montaje) no fue el éxito que se esperaba. Durante la proyección descubrí que la escena de Anita y Jagger había sido recortada. Sin duda los productores y la censura habían triunfado una vez más ante el arrojo de los creadores. Unos meses después coincidí en una presentación de un festival de cine con Cammell y Roeg y les pregunté si les había costado mucho tener que cortar la tórrida escena de Jagger y la novia de su compañero de grupo. Y me contestaron que sí. Y que no.
La versión británica del filme había suprimido parte del escarceo amoroso, pero una versión tal cual se rodó se envió a un festival de cine porno en Amsterdam. Y ganó un premio.
Richards no llevó bien lo del lío cinematográfico de su novia con su toxic twin (como les bautizó la revista Rolling Stones) pero sólo durante un tiempo ya que estuvieron juntos hasta 1980.

Beatles en la Tierra Media

Otra historia de cine que no me puedo dejar sin contar tuvo lugar en 1965. La trilogía de El Señor de los Anillos había vuelto con fuerza diez años después de su publicación (y 30 antes de que J.R.R. Tolkien iniciara su propio mundo de fantasia). El precio del papel había bajado tras una etapa de carestía post segunda Guerra Mundial y ahora cualquier lector ávido de aventuras con tres libras en el bolsillo podía hacerse con ella. Y además, la aventura de Frodo Bolsón en un remoto pasado fantástico cruzó el charco y conquistó a los hippies y jóvenes lectores norteamericanos. Los nuevos fans supieron leer a través de la fantasía y reconocer la descripción de la industrialización salvaje en los personajes de Sauron y Saruman en un sistema precapitalista y compararlo con la impopular guerra de Vietnam. Y las pintadas en las universidades con lemas como ‘Frodo lives!’ y ‘Go go Gandalf!’ daban una prueba de ello.
En 1964 Stanley Kubrick había fijado su residencia en Londres de forma definitiva. Había recibido fuertes críticas en Estados Unidos por criticar su política de defensa nuclear en ‘Teléfono rojo. Volamos hacia Moscú’. (Dr. Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb). Y hasta 1968 no sería el turno de ‘2001. Una odisea en el espacio’. En medio, un aún joven Kubrick de 35 años me comentó en una fiesta un ambicioso proyecto que tenía en mente: hacer la película de El señor de los anillos con los cuatro Beatles como hobbits (MCcartney haría de Frodo y Lennon de Gollum, el hobbit corrompido por el Anillo Único. Las dimensiones gigantes de una película con una pléyade de mounstruos, elfos, orcos y medianos, amén de un sinfín de batallas, era algo que se preveía imposible. Al menos el profesor Tolkien así lo pensó y dejó libres los derechos de autor para trasladar el libro a la gran pantalla.
Peter Jackson demostraría finalmente que era posible y además con un gran resultado artístico, pero su logro solo fue posible cuando mucho trabajo y unos efectos especiales con retoques digitales por ordenador permitieron obrar el milagro. Y 35 años después.
Y sin estrellas de rock.

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