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No le compres el coche al David Crosby



En 1964, en California, un joven guitarrista llamado David Crosby y un joven cantante cuyo nombre era Roger McGuinn decidieron que su estilo musical iba a nacer de dos influencias en principio poco compatibles. Por una parte iban a tener la apariencia de un grupo de rock y por otra, la pausa nostálgica e intimista del folk americano. Así nació The Byrds (además con la llegada de Gene y Michael Clark y Chris Hillman) que gracias a un tema de Bob Dylan, ‘Mr. Tambourine man’ tuvieron su primer éxito en 1965. Era la respuesta a la nueva ola de grupos británicos que acaparaban las listas de éxitos en EEUU, aunque no se trate de un enfrentamiento si no más bien de una versión americana de la invasión briánica.
Crosby se trasladó a Florida y entabló amistad con la cantante y pintora canadiense Joni Mitchell. Fruto de su buena relación él conoció a Neil Young y Stephen Stills (Buffalo Springsteen) y ella pudo sacar adelante su primer trabajo como artista folk ‘Song To A Seagull’. Cuando el británico Graham Nash se encaprichó del proyecto de Crosby y Young, dejó su grupo The Hollies y crearon el famoso terceto Crosby, Still and Nash. Añadieron un toque hippie y psicodélico a sus temas y gozaron del favor de la crítica y el público desde sus primeros trabajos: ‘Crosby, Still and Nash’ (1969) y ‘Deja Vu’ (1970).
La experimentación no se quedó sólo en el terreno musical y Crosby empezó a probar con todas las drogas posibles. Y en grandes cantidades. El éxito le facilitó aún más el acceso a los estupefacientes y ni siquiera se molestaba en tratar de ejercer algún autocontrol en su consumo diario. En una fiesta organizada con motivo de la salida de su nuevo disco, que en realidad era un recopilatorio que sacó la discográfica aprovechando que no tenía material nuevo, llamado ‘So Far’, en 1974, pude comprobar el alcance de su adicción por primera vez. Estábamos un grupo de cinco o seis personas en una charla intrascendente en torno a un sofá cuando Crosby se avalanzó sobre una montañita de cocaína de una mesa que tenía delante. Apartó una cantidad equivalente a un par de rayas con una pequeña navaja y las volcó sobre un papel de fumar que enrolló con una habilidad que denotaba que estábamos ante un consumado experto. Esa opinión también se podía corroborar por lo amarillentos que se le habían puesto los dedos pulgar e índice de la mano derecha. Yo ya estaba más que acostumbrado a la coca pero siempre la había visto (y probado, para qué mostrar hipocresía) esnifada. Le pregunté a qué se debía esa costumbre y él sin necesidad de emplear ninguna palabra, cogió una pajita de una copa de la mesa, echó la cabeza hacia atrás, y se traspasó el tabique nasal.
Aún impresionado por la demostración, un amigo suyo nos comentó que Crosby había llegado a prenderse fuego al quedarse dormido mientras fumaba marihuana sobre un enorme colchón. Otra historia relatada fue que durante un vuelo de la gira del año anterior Crosby había enviado a su novia y un roadie a por la bolsa de viaje de ésta. Cuando la azafata les acompañó para recoger la bolsa, ésta se abrió y quedaron al descubierto varios frascos de pastillas, una bolsa de marihuana, cocaína y heroína, e incluso una pistola Magnum del calibre 22.
Su adicción le pasó factura en el plano artístico y cuando las ventas empezaron a declinar sus ahorros se evaporaron en sus arraigados vicios. Llegó a un punto en el que tuvo que empezar a vender objetos tan preciados como su coche favorito un Mercedes sedán azul para seguir metiéndose de todo. Su camello aceptó el pago en especies, valorado en 4.000 dólares. Pero la misma noche que se realizó la transacción al traficante se le fue la mano con su propia droga y murió de sobredosis a pocos metros de la casa de su cliente. Ya que conservaba la documentación a su nombre, y estaba tan a mano, Crosby se quedó con su coche que tiempo después también vendió a otro narco. Pero como se había vuelto descuidado su Mercedes estaba en un estado bastante lamentable y el camello se lo devolvió y exigió dinero en metálico asegurando que se había averiado pocos días después del intercambio. Crosby vendió el coche varias veces más aprovechando que por su aspecto exterior daba el pego. Yo también fui víctima de su insistente estrategia de deshacerse del coche. Creía que podría revalorizarse y convertirse en una pieza de museo para algún fan de su música, pero lo que aprendí es que no puedes fiarte de un yonqui cuando está ávido de dinero.
Crosby siguió con sus problemas de drogas hasta que en 1985 cumplió un año de cárcel al ser detenido por posesión de cocaína. En la prisión se sometió voluntariamente a un duro programa de desintoxicación del que salió con éxito.
Eso sí, en el 2004 le volveron a detener al hallar marihuana y una pistola en el maletero de su coche.

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